¡Primer cuento que nos envían! ¿Su autora? Nos ha dado un pseudónimo: Ave. Sobre ella "Nos afirma que en realidad no está metida en el "mundo de las letras" , que sabe más bien poco o nada del terreno literario, pero que piensa que el lenguaje nos condiciona y que es la manera con la que interaccionamos con otros sintientes, de forma más o menos consciente. Es el medio que hacemos, como fabricantes de un líquido mar-eante en el que dos náufragos de islas distintas beben a la vez que cada uno con una receta propia va vertiendo. Pragmáticamente, el escuchar, leer, hablar y escribir están separados, tan separados y tan juntos como ahora mismo lo estás pensado. Qué lo estás haciendo, estás senti-pensando y eso sin ser palabras lo transformas para entenderte, para definirlo. ¿Ves? Ya lo has hecho. Todos somos literatos. Por favor no tengas vergüenza a compartilo/compartirte, porque nos falta tu especia ^^"
* * *
Es cuando la sociedad
te obliga a seguir un patrón…
Es cuando comienza
esta historia…
Como los pobres
tigres…en los circos…
Su domador le obliga a
saltar por un aro de fuego, el tigre al principio teme al fuego, teme al domador
y no quiere pasar, no se niega agresivamente simplemente rehúsa a hacerlo, pero
toda la gente grita, todos abuchean, y el domador se enfada, el tigre no
comprende lo que pasa ¿acaso está haciendo algo malo? su espíritu de tigre le
dice que eso no va con él, que no es su naturaleza saltar ese aro de fuego, que
exteriormente siente un sí, pero interiormente un no; en este punto comienza el
“segundo juego”, el engaño del domador, el domador instantáneamente se
transforma, se vuelve falsamente paciente, falsamente compresivo, agradable e
invita al tigre a pasar, a saltar; el tigre se confunde -¿Qué
pasa? el domador está siendo agradable conmigo, ¿ antes no, ahora sí? no
entiendo…Y el tigre tiene más miedo cada vez, porque parece que todo ha
cambiado como si fuera otra historia diferente, pero por
más que perciba diferencias en su alma salvaje sigue sintiendo todo igual,
distintas máscaras de un mismo disfraz. Y mira a su alrededor, algunos de sus
compañeros animales ya han saltado y se oyen gritos de alegría alrededor. Pero
él sigue sin querer saltar, aunque se empieza a plantear si debe saltar, y
viene el “tercer asalto”, la tentación, pues el domador saca un jugoso filete
irresistible; otra tanda de felinos salta sin dudar, pues el premio que reciben
después les parece mucho más gratificante que su naturaleza de tigre
“antinatural a saltos de fuego”. Y el domador le ofrece ante los brillantes y
profundos ojos del tigre el tentador premio, sólo tiene que saltar ¿parece
fácil, no? – Muchos otros lo han hecho
ya, es el camino más corto, es la opción más sencilla, salto, recibo por un
breve corto de tiempo la alegría del filete y todos los demás felices, creo que
por eso ha saltado el resto. Y duda, se da cuenta que cada vez duda más, se
pone nervioso, no sabe qué hacer. Mira de nuevo a su alrededor, casi todos los
demás animales ya se hallan al otro lado del aro, ya han saltado, ahora mismo
disfrutando de su filete y al lado de un orgulloso domador, -¿Qué hago? se pregunta el tigre, cada
vez esta cuestión le ronda con más frecuencia. Y el domador empieza a
desesperarse, se pone nervioso, ve que ese tigre se resiste, no hace lo de los
demás, ¿acaso es diferente? si todos son iguales…
El domador quiere que pase, todos lo
hacen, tiene que ser así, son las normas del “circo” ¿por alguna razón?. No. Es
así.
En esta última parte
el domador saca el látigo, ha pasado demasiado tiempo y no ha conseguido nada
con ese tigre, no lo entiende, se ha enfadado con él en un principio,
obligándolo, y no ha pasado, le ha enseñado que sería fácil saltar, el domador
quería darle a entender que era bueno, que no pasaba nada por saltar, que era lo
más fácil para todos ¿no? Y tampoco había conseguido que ese “dichoso” tigre lo
hiciera, y casi finalmente le había tentado con lo que más quería, con lo que
más hace felices a los tigres, al menos aparentemente, al menos generalmente.
¿Qué “artilugios” le
quedaban al domador para convencerlo? El arma más potente, con la que sería
imposible que se resistiera, era imposible que no lo hiciera, no sé si sabéis a
lo que me refiero, hablamos, del miedo. El domador sacó el látigo más largo y
más duro del circo, el que más daño hacía, el tigre se quedó congelado, el
domador agitaba el látigo ante la mirada felina, quería hacerle entender al
tigre que no le haría daño si pasaba pero que si no sufriría las consecuencias.
Los escasísimos animales que faltaban por pasar, pasaron, pero al pasar al otro
lado, contrariamente, sufrían castigo y eran encarcelados en jaulas, no existía
tal promesa, era un medio para un fin. El látigo rozó y arañó la piel del
tigre, el primer latigazo de ese día dolió, el primero sin lugar a dudas se le
gravó a fuego en su mente e hizo cicatriz en su corazón, nunca pensó que la
vida en la que estaba pudiera llegar tan lejos, nunca pensó que se podía llegar
a tal punto, nunca pensó que era tan importante, en ese circo, ser como los
demás, hacer lo que los demás, seguir una “línea fija” y atravesar ese aro
donde ya todos sus compañeros, que antes eran como él, diferentes cada uno pero
con un mismo espíritu único y salvaje, se habían convertido en marionetas de
aquel circo, con una alegría pasajera había recibido el orgullo de los
presentes, la admiración del público y el reconocimiento, la alegría de ese
filete pero que terminó acabándose y ahora nuestro tigre podía ver como los
animales se hallaban en una “falsa felicidad” creían que lo tenían todo, les
habían hecho creer que saltar ese aro era la meta de sus vidas, que costaba
porque su naturaleza real no era así, pero que luego iba a ser fácil coger esa
decisión porque sería la que “menos impedimentos” les pondría el circo, la más
correcta para los domadores y la más sencilla de seguir, no tendrían que pensar
nada, no tendrían que sentir anda, simplemente hacerlo y ya está, porque sí.
Actuar sin sentir, cuerpo sin alma. Todos esos animales, ahora enjaulados,
“creían” ser felices, “creían” tener “todo”
“creían” haber hecho lo correcto.
Los siguientes
latigazos dolieron quizás cada vez menos, pues el primero es el que más marcó sin
duda, el que más le sorprendió y el que nunca esperó. Los siguientes que los
iba viniendo venir, aunque algunos eran más o menos duros que otros, hacían más
daño que otros. El tigre no sabía qué sentir, qué pensar, qué hacer. Los
momentos pasaban, todo giraba a su alrededor pero increíblemente se iba
sintiendo más tranquilo, su inmensa tristeza por encontrarse solo en esa
situación, su enfado porque los demás habían tomado otra decisión y el miedo
por no saber qué iba a pasar iban desapareciendo, poco a poco… El látigo cada
vez iba más rápido, pero el tigre, este tigre, era más resistente y con la
mirada fija al domador intuía por donde iban a llegar los golpes, muchos los
conseguía esquivar y los que no le servían para poder evitarlos la siguiente
vez. Y así se encontraba nuestro tigre,
hubo un momento en el que el domador se cansó, el tigre era más fuerte, era
valiente. El domador cayó al suelo rendido y pensó que el tigre se avalancharía
contra él a matarlo pero no fue eso lo que pasó… y el tigre se acercó a él,
miró a su alrededor de nuevo y elevó la cabeza mirando el techo del circo,
pensó que quizás sería imposible salir del todo de aquel circo, cerró los ojos
sentándose junto al domador. Parecía como si llorara. Y el domador rió, a lo
mejor no había conseguido que el tigre saltara, no le había podido convencer
pero al menos había conseguido que ese tigre “no pudiera ser él”, no pudiera
volver a ser él, era propiedad de ese circo y no saldría de allí. Porque el
domador era puro dolor, era puro ego, era pura obscuridad. No había compasión,
ni sentimientos ni bondad.
Y aquí podría terminar
esta historia, quizás se piense que éste es el final de la historia… me apena
que se piense eso, pero más me apena que sintáis que es eso. ¿De verdad? ¡No es
el final!; es el principio…
* * *
El tigre no lloró de
tristeza, de miedo, de agonía, de rabia, de impotencia…lloró de alegría, de
emoción…había llegado hasta ahí siguiendo su instinto real y siendo como él era
realmente. Había superado el rechazo de los demás, las falsas apariencias, los
premios vacíos que eran una aparente alegría, luego carentes de nada, carentes
de todo, había estado por encima del enfado y había vencido miedos. Ahora en
este instante, tras todo, se sentía más seguro que nunca, más convencido que
nunca, más fuerte que nunca. Lloró por saber realmente qué quería, lloró por
tener el privilegio de ser quien es y que no lo hayan podido domar. Estaba en
ese circo dispuesto a seguir luchando desde la sabiduría y el amor frente a los
latigazos del domador, estaba allí y eso era un hecho, una realidad y no podía
cambiarlo pero él también estaba ahí y con armonía y planta el tigre siguió,
feliz, más que ningún otro ser, aceptando lo que había, aceptando quien era y
viviendo en paz, pero sin llegar jamás a
atravesar ese aro…