Delante de una ruina solitaria, una sombra se estremece,
clavando sus uñas en la fría y yerma llanura. No entiende por qué no tiene voz,
por qué no le quedan fuerzas para gritar. Encolerizada, trata de susurrar, pero
sus palabras mueren en su garganta y no llegan a rozar sus labios.
De pronto, unos trazos débiles comienzan a escribirse en el
muro. La sombra se asusta, pero no aparta la mirada. Tras sus ojos borrosos
percibe cómo el trazo se hace más firme y más grueso, más potente. Aquel dibujo
que se graba en la piedra son palabras.
Las mismas palabras que había intentado susurrar después
pero que nadie había oído.
Siente dolor, porque jamás serán leídas, piensa, y una
lágrima cae sobre la anaranjada arena. La tierra compacta recibe la humedad de
su llanto, y pese a la sal, pese a la escasez, pese a que todo parecía
vaticinar que aquel páramo era estéril, el suelo la recibe como lluvia de mayo.
Todo a su alrededor ahora está húmedo, y un pequeño brote asoma a la superficie,
y otro a su lado, y otro más allá.
Lo que empezó como un susurro, acabó grabado en la piedra, y
lo que parecía estéril, ahora ha dado fruto.
Con esta esperanza, escribimos, para llevar nuestro susurro a aquel
quiera escucharlo, para dar fruto en las mentes que quieran despertar.
Genial!!! Me ha recordado mucho al estilo de algunas parábolas bíblicas y profecías poderosas xD
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